sábado, 17 de julio de 2010

Y es que a veces, cuándo tus manos se aferraban a mi espalda, y despacito susurrabas que me amabas, dueña del mundo me sentía yo...


y es que a veces, cuándo en mi pecho encontrabas los latidos, y eras capaz de predecir cada suspiro... dueña del mundo me sentía yo.

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